El Jotake pone rumbo a casa, aunque aún queda lo más difícil: piratas, guerras y sobre todo, la adaptación a la nueva vida en Hondarribia.
En el último tramo de su vuelta al mundo, los González Errazkin se enfrentaron a los desafíos más extremos. Atravesaron el sudeste asiático en plena era de la piratería moderna y sobrevivieron por astucia, disfrazando su número de tripulantes y confiando en el azar de un viento salvador. Luego llegó el Mar Rojo, con su tráfico de armas, pozos petroleros abandonados y vientos siempre en contra. La navegación fue brutal, pero lo más agotador era la constante amenaza. Santi resumía la experiencia con amargura: “Allí, todos van armados. Allí, la vida no vale nada”.
Superado Suez, Egipto tampoco ofreció alivio. Los trámites burocráticos, el abuso a los turistas y la desconfianza constante agotaron a la familia. Por fin, en el Mediterráneo, comenzaron a sentir que estaban de vuelta. El 19 de agosto del año 2000, el Berri Jotake entró en el puerto de Hondarribia entre cohetes, sirenas y una multitud emocionada. Pero la verdadera llegada fue otra: adaptarse a una vida en tierra, después de 17 años en el mar. El choque con la rutina, los móviles, las entrevistas y una sociedad que les parecía ajena fue mucho más difícil de lo esperado.
La fama duró poco. El catamarán fue vendido, las cámaras se apagaron, y cada miembro de la familia buscó su rumbo. Urko y Zigor se instalaron en su pueblo, formaron familias y aplicaron lo aprendido en el mar a sus trabajos: barcos, naturopatía, incluso dentista autodidactas en islas remotas. Santi, por su parte, abrió una consulta naturista en un caserío del monte Esquivel, lejos del ruido, fiel a su estilo: hacer lo que le apetecía, pero de otra manera. “Ya sé lo que es la mar”, decía. “Y si tuviera 35 años, lo haría otra vez”.
El episodio concluye con la muerte de Santi en 2021 y un recuerdo imborrable: aquella noche en mitad del Atlántico, cuando se topó con un muro negro, una oscuridad tan absoluta que parecía otra dimensión. Nunca supo qué fue aquello. Nadie supo explicarlo. Pero quedó grabado en su memoria como la imagen más pura del misterio del mar, y del viaje que marcó su vida. Una odisea que empezó con un martillo y acabó con una pregunta sin respuesta.
Créditos
Dirección: Jerónimo Andreu
Guion: Jerónimo Andreu y Alicia García
Narración: Ana Plaza
Voces: Enrique Martínez, Alejandro Blanco, Héctor Gómez, Erik Gatby y Jon Samaniego
Música original: Miguel Marcos
Diseño de sonido: Celso Arenal
Producción: Iván Pérez
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