Discipulado en Cristo
Inspirado en Obispo Barron y Conrado GnerreEstos evangelios nos hablan de discipulado. En Juan 21, Pedro nos representa a todos somos como Pedro: ambivalentes, con virtudes y defectos. Satanás nos zarandea, separando lo bueno de lo malo. Pero Jesús nos restaura, como restauró a Pedro. Nos pregunta: “¿Me amas?”. Nuestra respuesta debe ser: “Señor, te amo”, y luego actuar: apacentar a sus ovejas. En Juan 10, Jesús, el Buen Pastor, nos protege y nos llama a su Iglesia. Nos invita a ser parte de un solo rebaño, guiados por su verdad.Estos evangelios nos desafían a examinarnos. ¿Dónde hemos negado a Jesús, quizás con nuestras acciones o silencio? ¿Estamos dispuestos a abrazar la cruz, a servir con humildad? ¿Defendemos la verdad contra el lobo, o nos dejamos llevar por el mundo? ¿Invitamos a otros al redil de Cristo, o evitamos la misión? Como Pedro, podemos caer, pero Jesús nos levanta. Como ovejas, podemos desviarnos, pero el Buen Pastor nos busca.Para vivir estas enseñanzas, empecemos por confesar nuestros pecados. La confesión nos limpia, como Jesús limpió a Pedro. Luego, oremos para conocer a Jesús más profundamente, como las ovejas conocen al Pastor. Sirvamos a los demás, apacentando a los corderos de Cristo. Y compartamos la fe, invitando a otros al redil. Esto no es fácil. Requiere renunciar al ego, como Pedro aprendió. Pero Jesús nos guía, y su gracia nos sostiene.Queridos amigos, estos evangelios nos llaman a ser discípulos valientes. Pedro, a pesar de sus caídas, se convirtió en la Roca. Nosotros, a pesar de nuestras debilidades, podemos ser santos. Jesús, el Buen Pastor, nos ama y nos lleva al redil de su Iglesia. Digamos con Pedro: “Señor, te amo”. Vivamos ese amor sirviendo, defendiendo la verdad y guiando a otros a Cristo.