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Danilo Montero nos lleva a entender que la vida cristiana auténtica comienza con una revelación clara de nuestra identidad como hijos de Dios. Jesús no inicia su ministerio con milagros ni predicación, sino con una afirmación del Padre:“Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia”.En esa declaración se revelan tres necesidades fundamentales del corazón humano:✔ identidad y pertenencia✔ amor y aceptación✔ sentido de propósito y realizaciónDanilo enseña que cuando estas necesidades no son afirmadas, el ser humano cae en inseguridad, inferioridad e ineptitud. Pero en Cristo, Dios restaura nuestra identidad: somos hijos amados, aceptados y llamados a vivir para Su propósito.El mensaje avanza hacia el desierto, donde Jesús es tentado. Allí se revela una batalla espiritual que también enfrentamos nosotros: el enemigo siempre intenta sacarnos de nuestro lugar como hijos. Cada tentación apunta a lo mismo:– demostrar valor por lo que haces– dudar del amor del Padre– buscar propósito fuera de la obedienciaJesús vence cada ataque afirmándose en la Palabra y permaneciendo en su relación con el Padre. Su ejemplo nos enseña que no vivimos para ganar identidad, amor o propósito; vivimos desde ellos.Danilo afirma que la cruz es el fundamento de nuestra vida espiritual. Allí entendemos cuánto valemos para Dios y desde allí somos llamados a una obediencia que no nace del esfuerzo humano, sino del amor recibido. Vivir como hijo de Dios es vivir rendidos, confiados y alineados con la voluntad del Padre.Este mensaje confronta la raíz de nuestras luchas —carne, mundo y enemigo— y nos invita a rechazar la mentira para abrazar la verdad: en Cristo, somos hijos amados llamados a traer gozo al corazón de Dios.

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